
- No juzgar: observar la propia experiencia con imparcialidad. Es una actitud completamente distinta a la habitual en la que, de forma mecánica, categorizamos y juzgamos todo lo que ocurre.
- Paciencia: comprender y aceptar que las cosas suceden a su propio ritmo. Esta cualidad es una forma de sabiduría que es especialmente útil cuando la mente está agitada porque puede ayudarnos a aceptar sus vaivenes recordando que no necesariamente tenemos que engancharnos a ellos.
- Mente de principiante: abandonar las expectativas previas y atender a lo que realmente sucede como si fuera la primera vez. Esta actitud es particularmente importante, tanto en la práctica de las técnicas de meditación, como en la vida cotidiana.
- Confianza en la propia bondad y sabiduría básicas: Se trata de ser uno mismo, no de imitar a nadie. Creer que el maestro está en nosotros.
- No esforzarse por conseguir ningún propósito: conviene cultivar una actitud de no lucha, ni esfuerzo en la meditación estática. Dejar que la experiencia suceda. No hay que hacer nada. Si se experimenta tensión o dolor, simplemente ser consciente de ello.
- Aceptación: ver las cosas como realmente son en cada momento. No implica que tenga que gustarnos todo lo que ocurre o que se deba adoptar una actitud pasiva ante los sucesos que atentan contra nuestros principios o valores. Consiste más bien en actuar de la forma adecuada desde el conocimiento.
- Dejar pasar: no apegarse, ni dejarse atrapar por ningún pensamiento, sentimiento o deseo. En la práctica, hay que abandonar la tendencia a elevar algunos aspectos de nuestra experiencia y a rechazar otros.