El gozo de meditar

mediterrani

Aunque todo está muy mezclado, podemos señalar tres momentos en el camino de la meditación.

Hay un primer momento que se centra en controlar la mente. No anularla, sino “domesticarla” para que centre la atención donde nosotros queramos, no donde ella quiera. Es un momento para conocer cómo funciona y poder ir eliminando poco a poco los automatismos, las fantasías y centrarnos en el aquí y el ahora. Se trabaja sobre todo la respiración, la toma de conciencia del cuerpo, se recurre a la pregunta dónde estoy, qué siento, qué pienso para poder ser consciente de lo que ocurre en la mente y tomar conciencia del mecanismo mental que nos saca siempre del presente.

Un segundo momento se centra en cultivar estados positivos. Se trata de cultivar la mente. Centrarse en alimentar y potenciar el sentimiento de amor, de gratitud, de ecuanimidad o compasión. Porque en la medida que lo hagamos nuestro comportamiento y nuestras reacciones van a ser más serenas, más fluidas y va a reducir reacciones automáticas. Viviremos un estado de menos estrés, más armonioso e interpretaremos el mundo desde una perspectiva más saludable y positiva.

Podemos decir que estos dos momentos son la preparación a la verdadera meditación.

El tercer momento parte de la intuición de que hay algo más. Que detrás de lo que pensamos, sentimos y percibimos hay algo que lo hace posible. Y eso es lo que somos, la Conciencia que hace posible todo lo que sucede. Esta etapa supone hacerse la pregunta qué soy, qué hay aquí, qué es verdad. Y es dejar toda aproximación que venga de la información de la mente para situarse más allá de ella, para encontrarse con el gran espacio que somos, la gran plenitud que hace posible todo lo que sentimos, percibimos y pensamos. Es estar en el silencio pleno, el vacío que posibilita todo lo que sucede.

Hablar de momentos es una manera de hablar y puede tener algún peligro. La mente tan acostumbrada a contar y medir reclamará la respuesta sobre en qué estado estamos en la práctica meditativa, y eso puede ser un elemento disuasorio para seguir meditando. Puede aparecer el cansancio, porque no se ven “resultados”.

Sin embargo, la meditación no tiene resultados, no hay que llegar a ningún lugar ni a ningún estado de ánimo. Simplemente es vivir la experiencia de ser, y por eso, no se trata de evaluar, sino de practicar sin condiciones, por el placer de hacerlo. Unos días aparecerá la necesidad de parar la mente, otros se estará más proclive a indagar en lo que sucede, otros se accederá con mejor disposición a la contemplación de lo que somos. La práctica irá diciendo, porque el maestro está dentro de nosotros. Sólo hay una condición: Todo lo que provenga de la mente (creencias, opiniones, fantasías, imágenes), no dice nada de nosotros. La verdad de lo que somos está más allá de lo que percibimos, sentimos y pensamos.

Hilario Ibáñez

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