«Espirituales sin religión» es un libro de entrevistas a personas que viven su espiritualidad al margen, o en la frontera, de la religión; que le dedican un tiempo, la tienen verbalizada y, sobre todo, encarnada, es decir que practican la acción y la contemplación.
Este título tan contundente necesita una explicación, o mejor dicho una definición, para saber de qué y de quién estamos hablando.
Las personas «espirituales» entrevistadas en este libro son aquellas que, al margen o en la frontera de la religión, encuentran otros caminos para trascender, para maravillarse y encarnarse: la naturaleza, el silencio, el compromiso, el arte, la ciencia, la cultura, el conocimiento…
En este libro, «religión» es sinónimo de institución religiosa y de formas religiosas: dogmas y creencias.
Pueden parecer unas definiciones demasiado simples, pero son las que vive un grupo cada vez más numeroso de personas, emergente y significativo.
Este interés por la espiritualidad, en un momento en que el fenómeno religioso parece estar en crisis, nos muestra que, a pesar de las religiones, seguimos siendo homo religiosus. De ahí la dificultad de contraponer las palabras espiritual/religioso, porque de hecho no las separa más que la voluntad que expresa la espiritualidad de desmarcarse del ser religioso de la religión, porque no se reconoce, porque no la necesita, y es por ello que busca una nomenclatura que no la etiquete.
¿Es posible una espiritualidad sin religión?
Este libro nace de la necesidad de responder a esta pregunta que hace tiempo que aparece en debates de pensadores. De la necesidad de saber hasta qué punto todo lo que plantean ya se está viviendo y de qué manera. De saber, también, si estamos ante una crisis pasajera de las religiones o bien nos encontramos ante una evolución espiritual de la humanidad que conlleva vivir la religiosidad más allá de las religiones, como si fuera un traje que se ha hecho demasiado pequeño.
Si seguimos esta reflexión, la espiritualidad no la deberíamos entender, únicamente, como una respuesta a una crisis de las religiones, sino que la deberíamos enmarcar en un tiempo de crisis global sistémica que debe comportar, y ya lo estamos viendo, una nueva manera de posicionarse en el mundo, de relacionarse con la tierra, entre las personas y con el propio ser. Y esta manera de posicionarse, desde esta tríada, se afianza en una espiritualidad que quiere ir más allá, pero no sólo de las religiones, sino de los parámetros por los que se rige el mundo actual.
Y en este posicionarse en el mundo de otra manera, se defiende el valor de ser persona por encima del materialismo y de la cultura del hacer y del tener. Es decir: “tener menos para tenerse más”. Esto supone un compromiso para mejorar el mundo desde el día a día, que es un compromiso a nivel global porque se considera que todo está interconectado. Y de este compromiso deriva la responsabilidad de cada uno de ser protagonista de su vida, de no dejar las propias decisiones a los demás, de implicarse, de no hacer lo que toca, o lo que se ha hecho siempre, sino lo que se cree en conciencia que se tiene que hacer.
Y otra cualidad: el amor, que engloba todas lo demás: amor hacia uno mismo, hacia los demás, hacia el cosmos/Dios y hacia la tierra donde vivimos.
Laia de Ahumada es escritora