Nadie puede decirte qué eres en cuanto tu Ser o tu Naturaleza Primordial ni las ciencias, ni las filosofías, ni las religiones. Si fuera así, no sería más que una nueva creencia, un nuevo concepto, una nueva elaboración mental y en consecuencia un ocultamiento de lo que realmente eres.
No hay que ir lejos, a extraños lugares, ni a extrañas corrientes espirituales o extraños ejercicios de modificación de conciencia. No hay que vestirse de un modo, ni comer cosas especiales, ni vivir de forma rara. No hay que saber muchas cosas, ni recitar de memoria textos de sabiduría, ni adoptar posturas extrañas, ni siquiera pasar grandes ratos en meditación.
Es simplemente darse cuenta de que eres eso que eres. Caer en la cuenta que todo está completo. Si no te das cuenta, lo que eres no brillará, se quedará no manifestado. “El caer en la cuenta” es literal: es dejarse caer. Por eso da una especie de vértigo “¿dónde me agarro?, ¿dónde paro?”, pero ese abandonarse, este soltar da tranquilidad, saber que estás justo en el centro, justo resides donde has de residir.
No es más que estar vigilantes ante lo que sucede y no caer en la trampa de confundir lo que sucede con lo que es. Por eso se dice que no se puede definir qué eres, sólo se puede decir qué no eres. Así lo dice Sri Nisargadatta Maharaj (1897-1981), cuando un interlocutor le interroga:
Int: ¿Qué quiere decir conocerme a mí mismo? Al conocerme a mí mismo, ¿qué es exactamente lo que llego a conocer?
Mah: Todo lo que usted no es.
Int: ¿Y no lo que yo soy?
Mah: Lo que usted es, usted ya lo es. Sabiendo lo que usted no es, usted se libra de ello y permanece en su propio estado natural. Todo ello acontece de modo enteramente espontáneo y sin esfuerzo.
Int: ¿Y qué descubro?
Mah: Usted descubre que no hay nada que descubrir. Usted es lo que usted es y eso es todo.
Int: ¿Pero finalmente qué soy yo?
Mah: La negación última de todo lo que usted no es.
Así que la respuesta a la pregunta “¿qué soy?” Es “no sé”.
Este no-saber es la ignorancia que nos hace estar en la sabiduría. Es el lugar del SER, el lugar de la no-separación, porque se está en la unidad con todo. Es la realidad que nos envuelve. Se han ido cayendo las barreras que separan, dividen, hacen distinción… y aparece la unidad, o mejor el no-dos: la percepción que percibe la distinción, pero sabe que no hay tal.
Y allí aparece la totalidad de la compasión y de la ternura. Saber qué somos nos convierte necesariamente en compasivos. No puede ser de otra manera. No soy distinto del otro, de lo otro, de la naturaleza. Me sitúo sabiéndome uno con todo y con todos.
Por eso se dice que la dimensión compasiva –su raíz- no es una cuestión ética ni una conclusión razonada del compromiso. Es simplemente una vivencia del Ser. El conocer lleva a actuar. No se puede dejar de amar, cuando se ha percibido la realidad radical de lo que somos.
En la vida diaria es donde se ha de hacer todo esto. Es el momento presente donde se despliega lo que realmente somos.
Hilario Ibáñez